Estimado candidato,
Perdón por lo de
estimado. Vaya por delante que no le tengo ningún aprecio especial más allá del
que le profeso a quien no conozco de prácticamente nada. Pero como lleva usted unos
cuantos meses metiéndose a todas horas en mi casa, en mi trabajo, en mis
conversaciones y en mi vida, al final no vamos a decir que el roce hace el
cariño, pero sí la familiaridad. Le escribo esta carta abierta en el día
crucial para usted, el único día en el que dicen que se me va a hacer caso. A
mí y a los treinta y pico millones de españoles que estamos llamados a las
urnas. Hoy es mi día para escribírsela. Hoy es mi día para hacérsela llegar.
Para empezar,
perdóneme si de entrada no le creo. No me creo nada de lo que me ha ido
explicando durante estos días. Sea usted rojo, morado, naranja, azul o verde,
da igual. Y no me lo tenga en cuenta, a lo mejor no es ni siquiera culpa suya
directamente. Igual es por culpa de alguien de su partido que ha metido la mano
donde no debía, igual es su inexperiencia la que me hace desconfiar, o igual es
que me la han metido doblada tantas veces ya, que me han robado la inocencia,
la cartera, el mes de abril, el de mayo, el de junio y así hasta la suciedad.
Por lo tanto,
entienda que no haya tenido ganas ni de leerme su programa. Ya me tomé esa
molestia en el pasado y sólo me sirvió más que para indignarme cada vez que
incumplían lo que prometieran quienes se llevaron el voto al agua. Cada vez que
recortaron donde dijeron invertir. Cada vez que subieron impuestos que dijeron
que debían bajar. Cada vez que eliminaron prestaciones que debían cubrir. Cada
vez que hicieron exactamente lo contrario de lo que me habían dicho que iban a
hacer. Cada vez que le echaron la culpa a esa herencia recibida a la que habían
prometido jamás culpar. Cada vez que nos hicieron morir de vergüenza por
haberles votado. Entienda que, después de todo, encuentre siempre algo más
interesante que hacer que leer su mentira en diferido, o vamos a llamarla su
propuesta de media verdad.
Le escribo
básicamente para pedirle dos cosas.
La primera, que si
usted gana, cumpla. No ya con el programa, que ése ya hemos visto que no sirve
más que para medir su grado de ingenuidad, o mejor dicho el que usted cree que
tenemos los demás. Tampoco le pido que cumpla con España, que eso a estas
alturas de nuestra Historia alcanza el grado casi de ficción, como acaba
ocurriendo con cualquier entidad. Le ruego que cumpla con los españoles. Por si
no lo ha notado en campaña, los españoles no sé si somos mucho españoles, pero
somos buena gente, incluso los más capullos tenemos nuestro aquél, y en
realidad nos daríamos con un canto en los dientes si el próximo inquilino de La
Moncloa se limitara a dejar de dar lecciones sobre cómo jodernos la vida y se
pusiera simplemente a trabajar. Y que lo hiciera no sólo de manera honrada, le
pediría que lo hiciera de manera ejemplar. Merecemos un presidente en el que
poder mirarnos como hacemos con Andrés Iniesta, con Pau Gasol o con Rafa Nadal.
Merecemos un presidente del que estar orgullosos incluso los que no le votaron.
Sé que suena fantasioso, pero ha llegado el momento de que usted al menos nos
lo parezca de verdad. Que esté dispuesto a dimitir y que no le tiemble la mano
al cesar a quien lo haya hecho mal. Y si no sabe por dónde se empieza, rodéese
de gente extraordinaria, olvídese de los dedazos y fiche a gente mucho más
lista que usted, manténgalos cerca y verá como incluso lo bueno se pega, que
hasta le será más fácil disimular.
Y la segunda cosa
que le tengo que pedir es que si usted no gana, cumpla. Que nos enseñe de una
vez cómo es una oposición responsable, que se olvide para siempre del y tú más.
Que se acuerde de la gente que aun sabiendo que no iba a ganar, le votaron. Ellos
merecen alguien que les dé su voz en el Congreso. Igual están dispuestos hasta
a perdonarles que no se hayan leído a Kant. Sáquenle los colores al Gobierno
que no cumpla, pero sobre todo, ayúdenle a gobernar. Hagan que su partido
consiga ya no pactos de estado, sino unas cortes más sabias, más eficientes,
más cercanas a la ciudadanía, y sobre todo, que jamás pierdan capacidad de
escuchar. Recuerden que mucha gente aún no votará en estas generales, y el
objetivo de todos debería ser que volviesen a sentirse representados, que
volviesen a creer que esto de la política es cosa de todos y que volviesen,
sobre todo, a confiar. E idealmente, la próxima vez, a hacerles ganar.
Y a los dos, no
olviden que hoy empieza un debate de estos que tanto les gustan, pero éste sí
es definitivo. El que confronta lo que se dice y lo que se hace, aquél en el
que dejamos el mundo de las ideas y aterrizamos en el momento de ponerlas en
práctica.
Es la hora de
llevarlas a la realidad.
Y a todos los
efectos, deposito este voto nulo a 20 de diciembre de 2015 en la
correspondiente urna de mi colegio electoral."
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